La caza con perros
Generalidades
La caza es una herencia de épocas muy lejanas. Algunos la detestan porque consideran no civilizado el hecho de asustar y matar animales sólo con fines recreativos, otros la practican y defienden su aspecto deportivo, ya que si por un lado el hombre ha perfeccionado sus medios agresivos, por el otro, los animales en la misma medida, han afinado sus medios defensivos.
No es éste el lugar para esclarecer una posición o la otra. Si nos ocupamos de la caza es porque requiere el auxilio del perro, sólo en función de él trataremos el tema.
El hombre tropezó por primera vez con el perro, o mejor dicho con los progenitores selváticos del perro doméstico, precisamente en el campo de caza. Fue al comprobar las ventajas de una amistad recíproca que se creó entre perro y hombre ese vínculo tan particular que no se verificaría con otros animales.
Desde la edad de piedra, por lo tanto, hasta nuestros días, cazadores y perros forman un binomio inseparable, ya que el "arte venatoria" es, escencialmnte, la que utiliza en forma determinante el perro.
Una mirada al enorme número de razas caninas que el hombre ha seleccionado demuestra más que suficientemente cómo muchísimas variedades, hoy consideradas de compañía surgieron originalmente para ser empleadas en la caza. Los terrier son un ejemplo elocuente: perros "de madriguera", hoy reducidos casi exclusivamente a una función ornamental, y esto como consecuencia de las grandes modificaciones ecológicas provocadas por la civilización industrial.
Los pueblo antiguos, en particular los euroasiáticos, aunque frecuentemente alcanzaron organizaciones sociales que podrían definirse como "modernas" tuvieron un peso muy exiguo en la destrucción y modificación del ambiente natural, sobretodo porque sus civilizaciones estaban estructuradas sobre pequeños núcleos de población.
Las llanuras del Eufrates, los desiertos de Nubia, los bosques del Líbano y Macedonia, los bosques latinos encerraban una fauna mucho más numerosa y vairada que la actual, más aún, era conveniente y fácil procurarse la mayor parte de la alimentación mediante la caza en vez de roturar nuevas tierras para destinarlas a la agricultura y el pastoreo.
Los pueblos bárbaros y simibárbaros, en contacto con los límites extremos de las grandes civilizaciones, se didicaban particularmente a la caza, a la que consideraban la única fuente constante de aprovisionamiento alimantario y de reabastecimiento de materia prima para el vestuario y los utensilios cotidianos. Y la caza, como la guerra, se convirtió en el deber (aún no era la diversión) de la clase aristocrática, que por ella podía demostrar las cualidades que la ponían por encima de sus súbditos: la fuerza y el coraje.
Pero, a pesar de la fuerza, el coraje y la habilidad, no siempre podía el cazador o el grupo de cazadores aproximarse a tiro de lanza o de arco, o al alcance del puñal, a los grandes habitantes de los bosques, desde el ciervo hasta el jabalí y las fieras, aún muy abundantes, constituían un peligro constante y real: el cazador debía cuidarse de convertirse él mismo en presa. ¿Qué auxilio mejor, entoncees, que un amigo fiel y vigilante, también él cazador por insinto, experto en técnicas de rastreo y acecho: perro? Si en las grandes praderas, en las sabanas, era posible acercarse a las gacelas avanzando silenciosamente, ocultándose en los pastizales, en cambio en el corazón del bosque o en los ásperos matorrales montañesese se hacía indispensable el auxilio del perro para que la presa saliera de la madriguera, y aún para localizarla antes que ella pudiera localizar al cazador.
A medida que las relaciones entre perro y hombre fueron definiéndose, se manifestaba la conveniencia de especializar al animaal para que su empelo resultase más eficaz. Alcanzada la domesticaión efectiva, aún de modo inconsciente pero más probablemente con un propósito deliberado, empezó la selección de las razs. No debe olvidarse que los niveles actuales se obtuvieron gracias también a la notable maleabilidad genética que distingue al orden de los cánidos, la familia de mamíferos depredadores que ha tenido mayor éxito biológico.
En cierto sentido fue la necesidad común (¿o tal vez la pasión?) de la caza lo que hizo nacer la amistad entre esos mamíferos tan particulares que son el perro y el hombre, y precisamente en los perros de caza, los más afectuosos entre todos los perros, aún hoy encontramos un destello de esta amistad en forma elemental, genuina, instintiva, y si se quiere primitiva.