EL PERRO LAZARILLO
El Perro Guía

El mundo del hombre existe exclusivamente en función de la luz y la ausencia de la luz -las tinieblas- corresponde a una suspensión de la vida: no es casual que el sentido humano más desarrollado sea la vista.

Los demás sentidos, aunque puedan afinarse, no pueden llegar a sustituir por completo a la vista por lo que la persona ciega se ve obligada a depender casi por completo de la ayuda ajena.

Existen institutos especializados que se dedican a la reeducación de los ciegos orientándolos hacia actividades laborales compatibles con su disminución, pero esto, si bien elimina la subordinación económica respecto a los familiares, no restituye la autonomía total porque la libertad de movimiento sigue estando muy restringida. Hasta el día en que el perfeccionamiento de los medios técnicos y los progresos médicos puedan restituir la vista a los ciegos, el perro lazarillo no dejará de ser un auxiliar insustituible.

En cierto sentido, el perro lazarillo es la subliminación de la actividad canina. Si bien existen otros muchos empleos útiles a los que se dedican los perros, el conducir ciegos en medio del tránsito de una gran ciudad, en disintos medios de transporte donde el amo tenga necesidad de ir, es algo más que un trabajo, es una integración en alto grado con un ser humano. El perro le da mucha autonomía a la persona no vidente.

La primera Guerra Mundial vió surgir escuelas para perros lazarillos. Las nuevas armas empleadas, en contraposición con esquemas tácticos anticuados, provocaron millones de muertos y heridos y, entre estos últimos, muchísmos fueron los que quedaron ciegos. La terrible realidad de los ciegos de guerra impulsó a considerar al perro como guía del ciego. Este empleo, desde luego, existía y era de antiguo conocido: cualquier perro atado a una correa puede conducir al amo a un sitio cualquiera. Pero faltaba por completo el adiestramiento específico.

El animal no adiestrado evitará él mismo los obstáculos en su camino pero no hará que su amo los evite y su empleo por lo tanto será limitado. Los centros de adiestramiento se proponen perfeccionar esta ayuda en máximo grado, hasta hacer del perro el verdadero ojo de la persona guiada.

Probablemente el primer centro de adiestramiento efectivo fue el que creó Kraemer en Alemania en 1915, pero casi al mismo tiempo, en Francia, en la perrera de Plesss-Trevise, se realizaban experimentos a cargo de Maric y Megnin, oficiales del ejército francés.

El fin del conflicto vió surgir escuelas en Ingalterra, a cargo del famoso adiestrador de perros de guerra, el Mayor Richardson, en Suiza en la propiedad de Dorothy Harrison Austis, donde también se creó una escuela para instructores.

De esos primeros ensayos se llegó con rapidez al desarrollo actual, los servicios ya documentados del perro favorecieron la aparición de más escuelas en toda Europa y Estados Unidos.

Todos estos establecimientos subsisten gracias a la financiación de instituciones benéficas y recursos privados, con los escasos medios a su disposición, pueden satisfascer solo una parte muy pequeña de los numerosos pedidos. Por lo general, el perro permanece como propiedad de la escuela, que lo confía al ciego y a quien puede quitárselo en caso de malos tratos.

Aunque gran parte de los perros de razas de ovejeros y de defensa puedan utlizarse como lazarillos, se prefieren los ovejeros alemanes, los belgas y los labradores por sus cualidades de inteligencia, fidelidad y docilidad. Es sumamaente importante el carácter del aniaml que debe tener un equilibrio perfecto, no será nervioso, asustadizo ni agresivo, sino calmo, obediente y sumamente disciplinado.

El sexo femenino es un requisito fundamental. El perro macho ha demostrado ser menos apropiado, porque se distrae fácilmente y puede volverse peligroso para el ciego si llega a cruzarse con una perra en celo. La hembra no tiene estos problemas y además es más dócil, tranquila y obediente.

Los perros son adiestrados entre los catorece y los deciseis meses de edad. El adiestramiento completo se hace en unos cuatro meses. Durante el primer mes el animal está en contacto solo con el instructor, y los primeros días se emplean en conocerse mutuamente. Luego se pasa a la enseñanaza de ejercicios fáciles, llamados de obediencia, que consisten en hacer asumir al animal posiciones determinadas, entregar objetos, adecuar su paso al del hombre, caminar un poco más adelante y siempre a la izquierda de la persona conducida, y en habituarse a llevar el aparejo habitual.

Después de la primera etapa se entra a la fase más delicada del adiestramiento: los obstáculos que deben ser evitados. Al principio los obstáculos son muy sencillos, están constituídos por caballetes y postes, luego se pasa a verdaderos laberintos, compuestos por automóviles, bicicletas, bastones, etc. Cuando el animal ha alcanzado cierta desenvoltura para sortear esos obstáculos, empieza a salir con el instructor, pirmero por el campo, luego y gradualmente en el tránsito urbano.

Al terminar el mes de adiestramiento con los instructores, los perros son confiados a los alumnos, así se llama a los ciegos que tendrán a cargo a los perros, que permanecen tres meses en la escuela. La relación perro/hombre se establece sobre una base de simpatía recíproca y en esos meses el perro nunca se alejará del ciego, ni siquiera de noche. Todas las etapas del adiestramiento son repetidas nuevamente para que el ciego aprenda a moverse conducido por el animal. Aqui resulta muy importante el papel del instructor, quien además del perro, debe enseñar al ciego, y no es casual que los instructores deban seguir un curso de cuatro años de duración.

Terminado el adiestramiento, la pareja ciego/perro ingresa en las actividades cotidianas donde operarán durante años en mutuo acuerdo; altísimo ejemplo de colaboración.