Tal
vez inspirados en el excelente libro cinegético de Alfonso de
Urquijo, estos dos amigos tomaron su nombre de batalla "Los Sureños",
o quizá, menos rebuscado, encontremos el origen en su tierra
natal, General Roca, Provincia de Río Negro. El hecho es que
estos dos habitantes de la Patagonia argentina son aficionados al noble
deporte de la caza pero en la variedad más propia del hombre
de campo: la caza del jabalí con jauría y cuchillo.
Luis
y Daniel son los mismos que vistieron los colores de Aire y Sol en el último
festival del jabalí realizado en Uruguay -que ya comentáramos en
el número anterior- y los que nos hicieron una invitación para visitarlos
en una cacería de locales.Daniel
conjuga la afición con la pasión; Luis aporta la cuota de serenidad
que le aporta una más dilatada experiencia, pero juntos parecen complementarse
muy bien. Llegamos al punto de encuentro y al cabo de dos horas llegaron. Nos
sorprendió no ver en su camioneta a sus famosos perros y allí estuvo
la explicación de su retraso: "Ya pasamos por el campo a dejarlos",
dijeron. Los 50 kilómetros que aún debimos hacer nos fueron mostrando
el tipo de terreno en que pasaríamos los próximos días, típico
desierto del sur pampeano, mucho polvo y arena, poco verde, poco árbol,
mucha vegetación xerófila, tupidos chilcales, algunas barrancas
y no muy lejos la majestuosa vista del río Colorado. La primera impresión
al ver los perros en el campo fue una mezcla de temor y respeto; su tamaño,
corpulencia, expresión y sobretodo sus poderosas mandíbulas son
más que expresivas, pero lo que más impresiona al novato (en este
caso, yo) son las cicatrices que sus cueros muestran por todas partes, algunas
realmente grandes. Bien sabido es que nunca fui aficionado a este tipo de caza,
aunque jamás la había practicado, y los factores que impulsaban
mi rechazo eran los siguientes: fundamentalmente, siempre creí que de esta
forma caza el perro, no el cazador. La lógica dice que el perro empaca
lo primero que se le cruza, no es selectivo. Y por último, me parecía
cruel que el perro recibiera semejantes heridas, para que yo pudiera cazar. UN
CAMBIO DE OPINIONDebo
confesar que en estos tres conceptos -seguramente serán los mismos que
los de la mayoría que jamás han practicado esta modalidad-, estaba
totalmente equivocado, y el equipo de los sureños se encargó de
que lo entendiera.Los
dos primeros puntos van de la mano. Esta modalidad de caza sí puede ser
selectiva, y para que lo sea debe ser el cazador quien cace, y no el perro. El
cazador que desee obtener exclusivamente un buen padrillo con el auxilio de sus
perros y buen cuchillo, debe recorrer grandes distancias a caballo, o en camioneta
si el terreno lo permite, revisar picadas y caminos, aguadas y alambrados, tratando
de identificar el rastro de su presa. Una vez que lo tiene debe ser si es lo que
realmente busca y si además es relativamente fresco: estas dos cosas no
se aprenden en un fin de semana; lleva años de práctica constante,
de observaciones meticulosas, tiempo de caza. Una vez que se verifica que todo
está en orden se sigue el rastro hasta la proximidad del animal, momento
en el que se sueltan los perros para terminar el lance de la forma ya conocida. La
proximidad de la presa la dará la actitud de nuestros perros; ellos con
su nariz y su instinto resolverán este tema. Como bien puede apreciarse
en este comentario que no es más que lo aprendido en esta visita, debe
haber un buen trabajo de equipo, y el cazador deberá ser siempre el hombre,
el que además deberá demostrar todos sus conocimientos. Por eso
recalcamos: esta modalidad puede ser tan selectiva como uno desee. Párrafo
aparte merece la educación de los perros. Generalmente se los lleva sujetos
por una traílla y se los suelta en el momento del desenlace final. Pero
ese no es el caso que nos tocó vivir. Luis y Daniel mantienen un sorprendente
dominio sobre sus perros y bajo cualquier condición tan sólo usando
su voz. Jamás vimos la menor muestra de rigor por parte de los amos, ni
de desobediencia por parte de los perros. Ahora sólo nos queda tratar el
último de los temas que me hacía rechazar esta modalidad: las heridas
de los perros. Sí, en verdad, de vez en cuando algún perro resulta
herido, pero en general son heridas superficiales. Las lastimaduras realmente
graves son muy aisladas y mucho más aún las mortales. Ya sé
que el hecho de ser muy aisladas no las hace menos graves y menos aún las
justifica, pero es muy curioso ver a perros que han sido heridos de gravedad en
el pasado. Además los perros se desesperan de entusiasmo ante la sola inminencia
de una salida, la alegría se les refleja al partir junto a sus compañeros
e incluso vimos perros que con heridas recién abiertas partían tras
el rastro de otro chancho. Esto
nos hace pensar en el jugador de jockey, que luego de sufrir una fractura de nariz
vuelve a ingresar al campo de juego, o al jugador de football que ingresa infiltrado
para no sentir el dolor y así poder jugar, y tantos otros ejemplos de este
estilo. El perros es un cazador también y su pasión le hace despreciar
otros pormenores, así como muchas veces lo hacemos nosotros. También
se cuestionó el carácter de estos animales: que no son para tener
en el hogar, que tienen instinto asesino y no sé cuántas paranoias
más. Lo cierto es que tal vez alguno de estos perros mordió a alguna
persona, pero eso es, ni más ni menos, lo que hace cualquier otro perro
de cualquier otra raza, a excepción de que esta mordida es más fuerte
y, evidentemente llama mucho más la atención. Confieso que el primer
mimo que le prodigué a estos animales fue tratando de hacerme amigo, por
las dudas. Y al igual que a cualquier perrito faldero ya no pude sacármelos
de encima, incluso el que parecía ser el más fiero, y luego demostró
que no me había equivocado, no se despegaba de mi lado, tanto que cuando
yo lo ignoraba venía por atrás, metía su cabezota entre mis
piernas y tirando un golpe hacia arriba me dejaba como montado a caballo sobre
su lomo.LA
HORA DE LA VERDADHasta
aquí fue toda la teoría pero la hora de salir se acercaba y mis
dudas iban en aumento. ¿Me animaría a entrarle a cuchillo a un buen
padrillo? Luis me animaba y fundamentaba su entusiasmo en la adrenalina, pero
yo seguía con mis dudas.Con
dos jaurías partimos en distintas direcciones. Unos a caballo y otros en
la camioneta, intentaríamos cortar el rastro de algún buen colmilludo.
La noche le fue ganando la partida al sol, y con las últimas luces localizamos
lo que queríamos: recién había pasado, de lo contrario el
fuerte viento ya habría borrado los rastros. Luis animó a los perros
y éstos se largaron a toda carrera. Tal vez en forma inconsciente o tal
vez con toda intención dejé el cuchillo en el asiento del vehículo
y tomé la cámara fotográfica, largándome tras mi compañero
por el monte. No es la primera vez que corro por el monte, pero es la primera
que lo hago a oscuras. Al lado del cuchillo quedó la linterna y mis únicas
referencias eran un pequeño resplandor de la linterna de Luis y el ladrido
de los perros que ya había hecho sentir sus dientes en el cuero del chancho.
Seguí corriendo, reboté en algunos arbustos y me enganché
en otros. Mi piel comenzaba a sentir las espinas del monte y cuando quise gritar
me acordé de los perros, el que quiera celeste
Un
empujón más y llegué. Los perros ya lo tenían sujeto:
era un padrillo y bastante bueno. Le pedía a Luis que aguantara un poco,
quise hacer algunas fotos antes del desenlace final. Segundos después todo
había concluido.
Luis
Gustín y Daniel Fernández nos enseñaron a Cachi y a mi una
nueva modalidad. Comprobamos lo errado de nuestros preconceptos y nos hicieron
pasar unos días inolvidables. Ahora solo nos restan dos cosas: agradecerles
nuevamente todas sus atenciones, y pedirles que se repita.
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