Razas que intervinieron en su formación
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El Dogo Argentino
Caza
con Jauría
Extraído
del libro "Caza Mayor" de Carlos Rebella. Persona, conocida,
respetada y estimada por todos aquellos amantes de la caza mayor
Desde que, exceptuando la caza al acecho -en que como y explicáramos el cazador aguardará a la fiera- el jabalí debe ser cazado con ayuda de jauría, el tema reclama ser desmenuzado concienzudamente. Recechar un jabalí a través del monte -el monte en que éste vive -cerrado, agreste, espinoso- significará ir abriendo picadas a machete para entrar en él a pie o a caballo; esperar encontrarlo en un claro o una pasada, es verdadera casualidad, que quien realmente quiera cazar no debe ni puede esperar.
Los
detractores de la caza del jabalí con jauría, no creo que
puedan exhibir más que su opinión como trofeos de esta especie.
Creo en base a mi experiencia de muchos años en la caza del jabalí,
tanto al acecho como al rececho, con perros, que no existe otra manera
más idónea. Por lo tanto permítaseme enfocar la caza
con jauría en sus diversos matices.
Fundamentalmente
este tipo de caza, llamada de montería, se practica en nuestro
país desde tiempos inmemoriales, aún antes del advenimiento
del jabalí a nuestro medio en que se cazaba de esa manera a pumas
y tigres (jaguar).El
hombre de campo, cazador, se valía de jaurías de razas indefinidas,
dentro de las cuales se destacaban canes más o menos valientes,
más o menos "sujetadores", más o menos rastreadores
o venteadores. Así, la caza era fructuosa o no en tanto la jauría
fuera más o menos aguerrida y "baqueana".En
última instancia, la muerte de la bestia, en el caso de un macho
adulto, jamás es lograda por los perros que solo pueden "empacarlo",
aún lastimarlo, pero jamás atravesar la defensa que significa
su paquidérmico cuero, y menos aún soportar una larga lucha,
en la que las defensas del suido, y su fabulosa resistencia abrirán
brechas en la jauría que la hará cada vez más vulnerable
hasta su desintegración total, o la huída de los más
cautelosos.Una
familia de verdaderos cazadores de montería, los Nores Martínez,
de Córdoba, representada por los hermanos Antonio y Agustín
practicaban con nobleza exquisita este tipo de caza valiéndose
del famoso perro de pelea cordobés.Antonio
veía con constante y creciente preocupación que las razas
europeas importadas al país para satisfacer la caza de montería
adolecían de falencias derivadas del cambio de ambiente. Su pasión
por esta caza lo llevó a lucubrar una idea que en aquellos momentos
pudo parecer descabellada. Crear una nueva raza que supliera falencias
de las exóticas y llenara las necesidades requeridas.Cedamos
la palabra a quién así lo explica: "Aprovechando esta
fácil adaptación (del perro) a la selección humana,
me propuse fijar una nueva raza de perros que reuniera las condiciones
necesarias para el perro útil para la caza mayor en nuestro país.
Porque en nuestros bosques impenetrables y vírgenes, las condiciones
de caza son muy diferentes a las que sea realiza en los cotos de Europa,
lugar donde fueron seleccionadas las razas que importamos para estos usos.
Aquí cazamos en montes abiertos, de inmensas extensiones, donde
a veces hay que recorrer los senderos arrastrados cuerpo a tierra, y las
tropas de jabalíes o el puma cuando han oído la cercanía
de la jauría, si no fueron apresadas en el encuentro con éstas
es inútil pretender atraparlos nuevamente, donde hay miles de hectáreas
de por medio. Todos los intentos del cazador y su perro serán en
vano".Junto
con la idea nació el entusiasmo ilimitado por concretarla. El Dogo
Argentino, hoy una raza reconocida oficialmente por la Federación
Cinológica Argentina, está al alcance del cazador que quiera
practicar con la jauría más idóneoa la caza de montería.A
la muerte de su creador el Dr. Antonio Nores Martínez, su hermano,
mi dilecto amigo el Dr. Agustín Nores Martínez continuó
con la obra de selección de la raza. Su libro EL DOGO ARGENTINO,
es una relevante obra explicatoria de los orígenes de la raza,
su objetivo, función y utilidad.Muchas
cacerías me sorprendieron a su lado, aprendiendo de su depurada
técnica montaraz. Tras sus dogos y alguno mío que tuviera
a bien obsequiarme viví horas inefables de contacto con todo lo
ancestral que hay en el hombre cazador, a "puro dogo y cuchillo",
como gusta él llamar a sus cacerías en la que no juega el
arma de fuego más que en una emergencia muy rara, cazamos fieros
jabalíes y pumas que pudieron haber dejado alguna que otra cicatriz
en los perros, pero que dejaron otras indelebles en el espíritu
que atesoramos los que tuvimos la suerte de cazar con él, como
las más vívidas experiencias de nuestra vida venatoria.Pero
expliquemos al lector qué esto de cazar con perros al jabalí.
Fundamentalmente y para comenzar por el principio sin que sea peregurllada,
debemos contar con una jauría de Dogos, perfectamente adiestrada
y funcionalmente ejercitada. De nada valdrá el mejor dogo sin una
gimnasia funcional permanente que lo mantenga como al atleta siempre en
training -dice así Nores Martínez explicando esta necesidad
que derivará en entrenamientos con fieras, censurados en su momento
por ignorantes del tema: "si durante generaciones criamos caballos
pura sangre de carrera de gran pedigree pero nunca los hacemos correr
y los mantenemos siempre encerrados en sus boxes, por más y mejor
selección de pedigree que hagamos, llegará el momento en
que se les podrá ganar con un percherón".Nada
más gráfico para comprender que la jauría que pretendemos
usar deberá estar perfectamente entrenada, para una lucha en la
que un paso atrás significa seguramente la muerte.Dejo
exprofeso sin considerar la posibilidad de cazar en compañía
de perros comunes, por entender que con ellas es riesgoso y hasta inconsciente
efectuar la muerte del animal con cuchillo como es tradición en
nuestra montería criolla.Con
perros diversos, se suele cazar, culminando la caza a tiros desde el caballo
o a pie, circunstancia que resta calidad deportiva a la caza, pone en
peligro la vida de los canes, ya que en el torbellino de la lucha, es
dudosa la puntería, y en última instancia, considero que
el perro fue el único y verdadero protagonista de la lid.De
modo que con buenos perros Dogos y excelentes cabalgaduras, estaremos
en condiciones de acometer la experiencia de cazar un buen verraco.Ya
el monte nos deja leer en el suelo los primeros signos inequívocos
del paso del jabalí. El rastro nos dirá cuanto hace que
pasó por ese lugar, y su tamaño y características;
si trata de un macho adulto, de una hembra o de jabatos. Despreciaremos
las últimas en busca siempre del que será un buen trofeo.
Los perros, obedientes si están bien entrenados, seguirán
al amo junto al que trotarán sin dejarse tentar por el venteo que
hagan, del zorro que se cruce o la liebre que los excite.Seguimos,
ahora sí, un gran rastro que nos lleva en dirección al fachinal.
Ya los perros muestran en su nerviosismo que lo han venteado; mudos en
la acción, cambian su trote por la carrera que los lleva merced
a su fino olfato al "encarne" del jabalí que aún
está desprevenido. A medida que se acercan se iniciará la
carrera de su huida. Pero los tenaces perros, no le perderán pisada:
en la carrera el jinete se mantendrá lo más cerca posible
en tanto se lo permitan los esquives que con su cabalgadura deberá
hacer de las partes impracticables del monte. El jabalí ya acosado
por los perros se vuelve furioso y opta por presentar pelea, "garroneándolo"
lo obligan a detenerse, y el más temerario se le prenderá
de donde acostumbra hacerlo: el hocico, las orejas o los cuartos. Los
otros llegan prestos en su ayuda. La prendida definitiva no tarda en producirse,
mientras el ruido de la lucha, ubica al cazador para llegar al lugar.
Acortar la pelea deberá ser su preocupación fundamental
y acercarse a la carrera será su cometido. Cuando se constata de
que la prendida es efectiva, corre presto en ayuda de sus amigos. Rodeando
la bestia enfurecida y sujeta, que seguramente alertará sus ojillos
inyectados en el cazador, tratará de sujetarlo por una pata para
voltearlo y una vez en el suelo clavar su cuchillo certeramente en el
corazón, ultimándola rápidamente. La vorágine
de la lucha que envolvió a hombres y perros, no cede fácilmente.Separar
a los últimos de la presa ya muerta no será fácil
empresa, tanto es su encarnizamiento, su sed de lucha, su instinto de
pelea. Con los minutos llega la calma que encontrará al cazador,
tembloroso de emoción y miedo viril, gestor de una lucha tan antigua
como su ser mismo, asociado a su amigo de siglos: EL PERRO.
Carlos Rebella