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El Dogo Argentino


CONDICIONES QUE DEBE REUNIR EL PERRO DE MONTERÍA - por Agustín Nores Martínez

- (foto al pie) -

 

Creo oportuno comenzar este capítulo con palabras del creador del DOGO ARGENTINO, en que explica y justifica la creación de la nueva raza. Decía en la conferencia citada en el capítulo precedente (cap. I) que "Ninguna especie de la creación, ha sufrido tanto las consecuencias de las leyes de la evolución como la especie canina. Su fidelidad al hombre desde la prehistoria, hasta nuestros días, le ha hecho adquirir una admirable facultad de adaptación a los cambios ambientales y geográficos creados por las necesidades que la lucha por la vida impuso a su amo, cuando no por las grandes conmociones geológicas o bien en virtud del propio capricho humano.

¿Quién no ha observado la enorme diferencia morfológica que existe entre un corpulento perro de raza Gran Danés y el diminuto de Pekin? ¿Entre el esbelto y aritocrático Irish Wolf Hound y el acondroplástico Dachshund, entre el hermoso pelaje de un Setter y la piel desnuda de un Pila?

¿No hay acaso más diferencia entre la morfología de las razas que acabamos de comparar, que entre las que existen y distinguen un león de un tigre, una llama de un guanaco o entre un antropide y un ser humano de la raza primitiva?

¿A qué se debe que entre ejemplares de una misma especie y sólo en esta especie de la extensa escala zoológica, pueda haber diferencias tan grandes, que superan a las que separan especies distintas?

Sólo hay, señores, una respuesta a este interrogante. Se debe a esa magnífica facultad de adaptación que tiene la especie canina, adquirida siguiendo a su amo a lo largo de todas las edades de la historia, por todos los senderos del planeta y a la intemperie de todos los climas de la tierra, para servir con igual abnegación, a un amo de todas las razas, de todos los caracteres y de todas las culturas.

Esta magnífica adaptabilidad de la especie canina a los cambios ambientales o paratípicos, ya sea en el psiquismo o en la morfología, siguiendo los caminos biológicos de la evolución o bien el opuesto de la involución, es lo que ha permitido el desarrollo del inmenso número de razas y variedades caninas que conocemos hoy, unas fijadas en selección natural, las otras por el hombre, ya fuera con fines prácticos o para adorno y compañía, cuando no por capricho y hasta se podría decir, para algunas de ellas, por una evidente aberración del buen gusto humano. De todas por igual, siempre con idéntica fidelidad, al servicio del amo y señor más tirano que conoce la creación: el hombre, al que sirve con igual sumisión, tanto el de aristocrático pedigree como el humilde hijo de nadie.

Aprovechando esta fácil adptación de la especie y esa ductilidad y a la selección humana, me propuse fijar una nueva raza de perros, que reuniera las condiciones necesarias para ser el perro útil para la caza mayor en nuestro país porque en nuestros bosques impenetrables y vírgenes las condiciones de la caza son muy diferentes a las que se realizan en los cotos de caza de Europa, lugar donde fueron seleccionadas las razas que importamos para estos usoso. Aquí cazamos en montes abiertos, de inmensas extensiones, donde a veces hay que recorrer los sendereos arrastrados cuerpo a tierra y las tropas de jabalíes, sean autóctonao o importados, o bien el puma o el tapir, cuando ha oído la vecindad de la jauría, si no fueron apresadas en el momento del encuentro con ésta, intútil pretender atraparlos nuevamente, donde hay miles de hectáreas de por medio. Todos los intentos del cazador y los perros serán en vano.

Entonces, ¿qué cualidad debe tener el perro para esta clase de caza? En primer lugar debe ser un perro que bata el monte en silencio y que sólo se haga oìr sobre la pieza, porque cuando haga lo de los Foxhound y otras razas de montería, que empiezan a aullar cuando encuentran el rastro, el cazador que los sigue puede estar seguro que no cobrará ninguna pieza, porque el aullido de la jauría pone sobre aviso a los animales, los que huyen a muchas leguas de distancia.

En segundo lugar debe ser un perro de buen olfato, pero que ventee arriba, como el Pointer, y no sobre el rastro, porque en la caza del puma, por ejemplo, éste, para engañar a los perros hace círculos al huir y vuelve sobre su propio rastro. Otras veces trepa a un árbol, el molle, por lo común, y salta a la distnacia, o bien franquea de un salto un precipicio, dejando a los perros que lo siguen por su huella, remolineando confundidos.

En cambio, cuando el perro sigue al animal venteando, no hay posibilidad que lo engañe y la treta conocida del pecarí de separarse de la tropa, quedando escondido entre las matas, mientras la jauría persigue a los que huyan, resulta inútil si el perro ventea a la fiera. Por esta razón es común oír a la gente de campo donde hay pumas, que el mejor perro leonero es el Pointer o su mestizo, porque lo encuentra en seguida y lo empaca, y el cazador puede darle el tiro de gracia.

En tercer lugar debe ser un perro ágil, más de lucha, que de velocidad, porque al jabalí, al puma o al pecarí, lo alzcanza cualquier perro que no sea muy pesado. Y por último, debe ser valiente, por sobre todas las cosas. Al encontar al puma o al chancho montés, debe hacer presa, aunque éste lo hiera, y ser capaz de sujetarlo él solo, porque en nuestras cacerías, dada la extensión de este país, no es posible viajar cientos de kilómetros llevando jaurías de veinte o cincuenta perros. Esto ni es práctico, ni es cómodo para nosotros.

Esta cualidad del valor la considero fundamental, porque aquí donde hay tanto campo virgen, no se puede seguir de a caballo la jauría, porque apenas si se puede entrar de a pie. No sacamos nada con que los perros empaquen la presa lejos de nosostros, si es imposible llegar a ultimarla. Lo práctico es que, al encontrarla, la "estiren" como decimos los provincianos, es decir, que hagan presa de inmediato.

En cuanto a la talla del perro, como los senderos de nuestros montes son muy bajos, resultan más prácticos a los perros de talla media, pero como en la selección de las razas hay que elegir los ejemplares más fuertes, conviene para la cría, elegir los de mayor talla y peso, porque criados en el campo, por exceso de trabajo y mala alimentación, siempre se reducen de tamaño. Esta es la razón del viejo aforismo: -La talla entra por la boca- ".

He transcripto estas palabras, pronunciadas hace más de veinte años, porque constituyen una síntesis de la respuesta al título de este capìtulo. Dentro de estas cualidades anotadas, considero por mi parte como de singular significado, la del valor a toda prueba, que es indispensable para que el perro aguante a pie firme, por un rato, sin rendirse y sin alfojar, todas las embestidas, zarpazos, colmillazos y desgarraduras que reciba del animal salvaje, para que el cazador pueda acercarse al campo de acción y ultimar a la fiera desde corta distancia, sin peligro alguno.

Esa reciedumbre del Dogo Argentino hace que dentro del monte resulte de gran velocidad, en relación a otros perros de distintas razas de caza mayor, porque al no sentir los pinchazos de las espinas, arañazos de los matorrales y golpes de palos y troncos, avanza más directamente a la presa y por lo tanto más rápido que otros perros que se resienten por las heridas y contusiones por su mayor sensibilidad, lo que los obliga a buscar sendas más limpias y fáciles de recorrer, pero lógicamente más largas, porque dan más vueltas.

En resumen, nuestro perro para montería debe ser silencioso, nunca ladrar al rastro. Una larga experiencia al respecto nos enseña que basta un perro "bochinchero" -como dice la gente de campo- entre la jauría, para que la cacería fracase, por las razones que hemos dejado apuntadas y que sería obvio repetir.

Debe ser ágil, fuerte y sufrido, lo que equivale a rápido en los montes por las razones que dejamos expuestas. De buen olfato, pero "venteador" y no rastreador, y valiente a carta cabal, capaz de pelear hasta la muerte, como ya les ha ocurrido a los dogos tantas veces. Las razones de estas condiciones sine-cua-non para el perro útil en el campo, las hemos expuesto y justificado con fundamentos precedentemente.

Deben reunir en sí las condiciones necesarias para que cuatro o cinco perros constituyan una jauría suficiente para dominar con facilidad un jabalí europeo de 200 kilos o más, y uno solo sea capaz de dar cuenta de un zorro colorado, un aguará-guazú o un puma, como lo están haciendo a diario nuestros dogos criollos.

Nos habremos ahorrado así las jaurías de cincuenta perros a que se refiere Mr. Harrison, o las de sesenta a ochenta referidas por René Valette o Teodoro Roosevelt.

por Agustín Nores Martínez

cacería Antonio Nores Martinez

Jabalí macho de más de 200 kilogramos, cazado por el Dr. Antonio Nores Martínez en la Estancia

"San Huberto" de Don Antonio Maura, en La Pampa. Esta presa fue abatida por dos cachorros Dogo

Argentino de año y medio de edad. Pueden verse en la foto los enormes colmillos y uno de los

perros vencedores, y la herida ocasionada por los colmillos.