Razas que intervinieron en su formación
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El Dogo Argentino
Por Ruben Passet Lastra
Debemos empezar por establecer la verdad histórica, que, pese a
estar al alcance fácil de cualquier estudioso, ya que es una de
las poquísimas razas que los propios creadores han dejado establecido
cada uno de los elementos genético - radicales usados y cuál
es la finalidad con que se los incorporó, hay quienes se permiten
emitir teorías completamente alejadas de la palpable realidad.
Hoy podemos ofrecer estas límpidas conclusiones los que tuvimos
la suerte de abrevar en la fuente creadora y que aunque confiamos plenamente
en ella, la podemos ratificar con tareas investigativas atestiguadas por
serias personalidades que, de una u otra forma, colaboraron, presenciaron
las tareas de cruzamiento y hasta en algunos casos aportaron ejemplares
consagrados a efectuar las mestizaciones tendientes a la consecución
del objetivo aspirado.
Lo antedicho nos ha conducido a finales del siglo XIX y principios del
actual siglo XX en la muy mediterránea argentina provincia de Córdoba
donde las costumbres hispanas habían quedado prendidas en diferentes
aspectos de la vida y que se reflejaban en el alboroto que producía
la rondalla "Juventud de España" al pasar por las calles
de la capital, o las romerías destellantes de colores de los mantones
o los sones de dulzainas y gaitas llenando los aires de hispánica
gracia y si bien no lleg
Fue
así que, en oscuros galpones de los suburbios o en las quintas, muchas
veces lujosas, donde el derroche del poder en sus diferentes formas se
manifestaban en sus respectivas capacidades apostativas, hacían de las
riñas caninas el motivo de las reuniones de fin de semana.
Lo antecedente fue motivo para que se criaran y se seleccionaran perros destinados a las cada vez más cruentas peleas.
Este
razonamiento quedó prendido en la cabecita del entonces niño homónimo
de su padre y cuando llegó a los límites de la adolescencia y regresando
de haber presenciado con su hermano Agustín una pelea de los peleadores
cordobeses le participó a éste su decisión de transformar el árido luchador
en un perro de caza mayor útil, porque su combatividad se emplearía para
batir las plagas animales que depredaban el agro, como lo eran el jabalí,
el puma, el zorro colorado, algunas otras especies, autóctonas o no, que
pululaban sobre todo en lo montes que les servían de refugio.
Desde
ese momento los dos hermanos, Antonio y Agustín Nores Martínez, consagraron
los momentos que así se lo permitían sus estudios a la elaboración de
la nueva raza.
De
no ser que adjudico a una ignorancia supina o, al menos, a una falta de
información fundamental, calificaría de calumniosa la afirmación de algunos
pretendidos mentores de la raza criolla, que arriesgan afirmar que en
principio los Nores Martínez quisieron hacer una raza de perro de pelea
o querer dudar si fue una decena el número de razas utilizadas para la
consecución de ese soberbio cánido de Caza Mayor.
A
efectos de reproducir la verdad histórica, aún a riesgo de aparecer ante
el lector como reiterador de cuestiones conocidas por los medianamente
informados sobre Dogos o caer en el extremado detallismo expondré a continuación
los porqués, cómo, con quién y de quién se obtuvieron los elementos constitutivos
del sujeto motivo de esta.
Comenzaremos
por desvirtuar el infundio de que el primitivo propósito fue el de hacer
un perro de pelea.
¿Valía
la pena producir mas de lo mismo?
Aunque
no existieran, y existen expresas declaraciones de la autoría de la raza,
para comprobar que en ningún momento se tuvo ni remotamente aquel objetivo,
basta decir que los primeros cruzamientos se hicieron con ejemplares de
la raza Pointer y a continuación con Gran Danés, razas ambas ineptas para
la finalidad que se pretende imputar. Además, teniendo como base el exitoso
peleador cordobés ¿Valía la pena ponerse a trabajar en semejante tarea
para producir más de lo mismo?
Por
el contrario la propuesta de convertir el impráctico peleador en un útil
perro de Caza Mayor destinado a combatir las especies que dañaban el agro,
no solo justifica la magnitud del intento, sino también la inclusión de
una raza como el Pointer que probablemente dotaría de sus grandes condiciones
olfativas al nuevo ser ideado, virtud de la que el usado como base era
totalmente carente y que, sin duda alguna sería imprescindible para la
futura función de ubicar y perseguir a la salvajina.
Comenzando
con el Pointer traído de Francia
El
primer Pointer que ingresa en la formación de la raza fue un importado
de Francia que el Ingeniero Miguel Arrambide le había obsequiado al padre
de los Nores, llamado "Zug de Tregroaz".
La
incorporación anterior dio resultado, los cachorros obtenidos comenzaban
a tener condiciones olfativas, en vista de ello se insistió con la misma
sangre, usando para ello un hijo de "Zug" y de la perra francesa
"Hantipe Saint Fargeant" que se llamaba "Champion".
El
éxito de la combinación estribó en gran parte que los dos animales importados
antes mencionados eran merecidos campeones de estructura y trabajo en
su tierra natal.
En
Búsqueda de las dotes olfativas
El
constante deseo de proporcionar dotes olfativas venteadoras en los sucesivos
cruzamientos es que se usan otros Pointer y hasta en la reconstrucción
efectuada por Agustín Nores Martínez, nos cupo intermediar en un envío
de un ejemplar por parte de Dr. Magnelli Ferrari a Esquel para realizar
uno de los últimos cruzamientos en esta segunda etapa que serviría de
punto de partida para todos los Dogos Argentinos con pedigree en todo
el mundo.
Pero
no todo era conseguir un perro valiente capaz de arriesgar su vida en
la lucha y poseedor de un gran olfato que le permita detectar la presencia
de la presa a distancia y en su encarne. Había que resolver el problema
que, una vez ubicada aquella y enfrentada, no habría que darle oportunidad
que impusiera su potencia ante un luchador de no mucha talla y peso, que,
aun en jauría de cuatro o cinco, estaba muy debajo del peso de un chancho
que en oportunidades superaba los doscientos kilos.
En
la búsqueda de peso y tamaño y cabeza
En
búsqueda de la solución a este problema de tamaño y peso los Nores Martínez
recurrieron al servicio de un Gran Danés, el "Ney", también
de propiedad de su padre e hijo de una perra de pedigree propiedad de
su tío Rogelio Martínez, llamada "Tigresa de Basquerville" y
de "Sultán", cuyo propietario, el señor Gastón Degoy era dueño
del hotel "Kiosco Parisien" en la localidad de Santa Rosa de
Río Primero de la provincia de Córdoba.
Como
el problema del tamaño fue una constante para Antonio Nores Martínez y
su colaborador hermano se usó en los cruzamientos a "Fox", un
gigantesco Gran Danés, hijo de ejemplares importados de Alemania por el
que fuera Director del Zoológico de Córdoba, señor Sherer. Este perro
era de propiedad de don Carlos Cuadro del Viso, y se lo uso varías veces
en el trabajo genético, aún cuando ya Agustín residía en Esquel.
Los
Daneses no solo dieron peso tamaño sino que otorgaron cabeza a nuevo espécimen.
Todavía
faltaba una poderosa mordida
Otras
necesidades acuciaban para conseguir el Cazador Mayor anhelado. Una y
principal era obtener la más amplia y poderosa mordida, producto de una
correlacionada mandíbula. El encargado de transmitir semejante condición
fue el rechoncho y musculoso Dogo de Burdeos, quizá no muy puro, que proporcionó
don Nicolás Milkelevich, que en la Falda del Carmen, lugar cercano a Alta
Gracia, era encargado de un campo perteneciente al Dr. Antonio Nores (padre).
Si
de la pureza de sangre se podía tener algunas dudas, no así de su tipo
y de la capacidad de lucha contra los pumas de la que hizo gala reiterativa
mente.
Sobre
este cruzamiento no se insistió en demasía, pues al creador de la raza
no le gustaba la tonalidad amarillenta que transmitía el pelo y que era
muy difícil de eliminar.
Sin
embargo también se usó un descendiente de ese perro fruto del cruzamiento
con una perra Bull Terrier que el mismo Milkelevich proporcionó a los
creadores.
El
propósito de incluir genes de Irish Wolfhound para incentivar el espíritu
de lucha contra las fieras y aumentar el tamaño, no pudo ser cumplido
en un principio por un ejemplar puro ya que esos Galgos Irlandeses fueron
siempre difíciles de conseguir en nuestro país. Hubo que recurrir a "Nahuel"
que era hijo de una perra pura importada por la señora Alicia Lalor de
Parodi Cantilo que con su esposo eran propietarios del hotel Tunkeleng
de Bariloche y que habiendo traído la perra de Irlanda y no consiguiendo
aquí macho para servirla, resolvieron aparearla con un Danés. Naciendo
de dicha unión "Nahuel" y "Don Patricio" que resultaron
excelentes cazadores de jabalíes.
Introduciendo
Irish Wolfhound Puros
Recién,
tiempo después, se usaron en los cruzamientos Irish Wolfhound puros de
pedigree, como lo fueron "Max de Wipoomil" y una hembra, importados
por ese gran maestro del periodismo que fue Don Natalio Botana, director
del legendario diario "Crítica".
Es
recién, cuando Agustín Nores Martínez ocupa la Embajada Argentina en Canadá
es que a pedido de su hermano Antonio trae a "Gelert of Tipperi"
y más tarde a la Campeona Americana y Canadiense "Sheela Alana de
Otawa", quienes tuvieron por misión, además de la faz instintiva
propia de los perros de caza, el solucionar problemas de perdida de tamaño.
Razonable obsesión: la falta de tamaño. Pensar que hay jueces que se pasan
queriendo limitar la altura, sin darse cuenta que los creadores de la
raza lo que realmente limitaron fue la falta de tamaño y armonía.
El
aporte del Mastín de los Pirineos
En
el cocktail de razas que se van integrando llegamos a una que acentuará
el blanco manto, lo hará adaptable a todos los climas, rústico y fuerte
y acentuará tamaño, altura y talla. Nos estamos refiriendo al Mastín de
los Pirineos, que hizo su aporte mediante dos ejemplares importados de
los Estados Unidos procedentes del criadero de Marjorie Butcher ubicado
en Nueva York.
Estos
ejemplares, que llevan los números uno y dos del Registro Genealógico
del Kennel Club Argentino, están inscriptos con los nombres de "Cote
du Neige Pavanne" y "Cote de Neige Pavanne du Nort" respectivamente
y que Agustín Nores Martínez llama familiarmente por sus apodos de "Josefina"
y "Napoleón". Estos pirenaicos hicieron al Dogo Argentino heredero
de las virtudes esperadas, pero también le ligaron sus característicos
dedos aberrantes que aún aparecen en algunos ejemplares.
Hemos
referenciado sin seguir un orden cronológico algunas de las razas de las
que se sirvieron los creadores para conseguir el extraordinario y único
perro originario de nuestro país y así reconocido por las instituciones
directivas de la cinofilia argentina así como por la Federación Cinológica
Internacional, pero para completar el panorama de su formación nos resta
referirnos al grupo racístico que integró la unidad fundamental y quienes
reingresaron para reasegurar atavismos convenientes. El Perro de Pelea
Cordobés se había nutrido de los genes de los Mastines que habían traído
los españoles colonizadores, de los Bull Terriers, Boxers y Bulldog Inglés.
De estos mismos se creyó conveniente reingresarlos para reforzar algunas
de las condiciones loables y que no se querían disminuir o quizá perder
definitivamente. Fue así que los Bulldog Inglés que aportaban su cuota
de tenacidad y amplitud de pecho se reincorporaron con un perro perteneciente
a un señor Brusco, pero cuyo nombre y número de pedigree no pudimos confirmar
y otro ejemplar totalmente blanco y que tenia el muy británico nombre
de "John Bull" y era de propiedad de Dr. José Arce, quien lo
había importado de Inglaterra.
Como
dato anecdótico pero valedero para la historia de los Dogos registrados
haremos una referencia a un Bulldog de pertenencia de don Benito Demaría
a cuya casa de la calle Rafaela de Buenos Aires hubimos de concurrir para
usarlo en la reconstrucción de la raza.
Fortificando
la Insensibilidad al dolor
Los
Bull Terriers fortificaron la aptitud de insensibilidad al dolor, tan
necesaria en un combatiente contra los poderosos enemigos que diezman
la industria agropecuaria, tuvieron su encargado de transmitir el refuerzo
de esos dones por intermedio de "Centauro" de propiedad del
Mayor Sebastián Baldasarre y que en 1930 llegó a Córdoba procedente de
La Plata. Otro Bull Terrier que insufló las mismas condiciones del anterior
fue "Don Quijote de la Mancha" (para los "íntimos"
"Don Key") hijo de perros importados de Inglaterra por la familia
Martínez de Hoz. Hubo algunos otros servicios de esta británica raza,
pero entre ellos alguno que transmitió su sordera, mal que costo mucho
eliminar.
Pese
a que la raza Boxer o Bulldog Alemán como se lo denominaba en los principios
del siglo XX en Córdoba, no ha sido discutido cointegrante de la fórmula
genética del Perro de Pelea Cordobés ni la posterior participación en
la formación de nuestro Dogo Argentino, sólo se los recuerda por haber
pertenecido a quienes fueron sus propietarios y es así como se menciona
a ciencia cierta como la cobertura del perro de los doctores Cafferata
o del boxer del que después fuere Vice presidente de la República Argentina,
Dr. Enrique Martínez.
Un
cocktail de 10 maravillosas razas
Con
lo referido hemos puesto en evidencia, con claras evocaciones la evolución
que con sacrificio, sapienza, y tenacidad convirtió el perro de Pelea
Cordobés en la primera raza argentina, además queda debidamente acreditado
que la composición genética es el producto de la conjunción de diez razas,
las que enumeramos a continuación indicando la cualidad virtual transmitida
y así tenemos que el Perro de Pelea Cordobés legó a sus descendientes
combatividad, el Pointer: venteo olfativo, el Gran Danés: tamaño, el Boxer:
mansedumbre y vivacidad, el Bull Terrier: insensibilidad al dolor, El
Mastín de los Españoles: rusticidad y potencia, el Bulldog Inglés: proporcionó
amplitud de pecho y valor, el Dogo de Burdeos: mandíbula contundente,
el Irish Wolfhound: instinto de cazador de fieras y el Mastín de los Pirineos:
complementaría el cuadro dándole al nuevo ejemplar de Caza Mayor el color
blanco y el tamaño, tan necesarios para la función que se dedicaba el
cánido que nos ocupa.
Sería
pecar de ingenuidad creer que todos los pasos descriptos fueron firmes
y sin contratiempos. Muchas fueron las veces que hubo de darse marcha
atrás y eliminar lechigadas enteras, pero al final el trabajo tozudo conseguía
del éxito buscado.
Los
dos hermanos mancomunados en aquel esfuerzo, Antonio Nores Martínez y
Agustín Nores Martínez, el primero como ideólogo y el segundo como colaborador
y a la postre realizador de la raza deben ser considerados en un pie de
igualdad en la autoría del Dogo Argentino, porque si bien primero fue
proyecto la realización, los dos trabajaron en ella desde el primer día
conjuntamente y el segundo dio las puntadas finales, fue el gran difusor
y por fin obtuvo, mediante denodados esfuerzos de toda índole el reconocimiento
de la raza por la Federación Cinológica Argentina el 23 de marzo de 196
4, la Sociedad Rural Argentina el 20 de Mayo del mismo año y la Federación
Cinológica Internacional nueve años más tarde.
Rubén Passet Lastra -